En el boom acelerado de la creación de ciudades inteligentes, el afán de la innovación y de la prosperidad para todos, esta disciplina tiene muchos asuntos pendientes desde los ámbitos de la bioética, el desarrollo humano integral, la apropiación social de la ciencia y la tecnología. También tiene una responsabilidad implícita olvidada representada en una verdadera preocupación por la construcción de la identidad alimentaria de los territorios. Frente a estas problemáticas ya no es posible generar una burbuja o señalar de manera vulgar que “la culpa es de la vaca”; todo lo contrario, estamos en el momento propicio para crear un debate serio y propositivo con respecto al futuro de la capacidad de abastecimiento de los alimentos, el uso eficiente y productivo de las matrices alimentarias evitando así su desperdicio, la investigación/formación pertinentes para las necesidades de región y el rol que tenemos con la búsqueda de soluciones en alimentación para todos, indistinto de condición social.
Mucha ciencia, pocas soluciones reales de índole social para erradicar el hambre en el mundo.
Retomando la notica del director de la FAO José Graziano da Silva sobre la bomba de tiempo en materia de seguridad alimentaria en el mundo, es importante analizar sus causas. A pesar de la intensidad en materia de investigación, formación de profesionales en las ciencias alimentarias y las millonarias inversiones para erradicar el hambre, es una vergüenza que la tendencia actual sea de 500 millones de personas obesas y 700 millones en situación de hambre extrema. Realizando un análisis en materia de producción científica y tecnológica, los nuevos desarrollos han beneficiado más a los conglomerados industriales que a la comunidad de base, la cual es la que padece inseguridad alimentaria que las naciones unidas profesan; esto no se presenta por la falta de alimentos sino por falta de capacidad adquisitiva para comprar una canasta básica de alimentos saludable. El círculo vicioso de la intermediación comercial no sólo empobrece a los productores primarios de materias primas, también está generando un descalabro fiscal en los países por cuenta de mayores recursos en salud pública para corregir problemas de salud por malos hábitos alimentarios.
Tal es el caso de México, cuyas cifras escandalosas muestran que se pierden 250 mil millones de pesos anuales en atención a población obesa, casi un 3% de su PIB (periódico el Universal, 2010); como efecto de esta condición la merma en productividad por enfermedades profesionales causados por la obesidad.
Desde el ámbito de la inocuidad cifras del nuevo observatorio nacional en seguridad alimentaria de Colombia, el único en su clase en América Latina, muestra un incremento promedio del 56% de ETAS. Todo esto lleva a pensar que existe una deficiencia en los sistemas de aseguramiento y prevención de enfermedades transmitidas en alimentos, tal vez por la crisis acentuada del sistema de salud, sumada a la poca participación desde la academia en la construcción de directrices claras en seguridad e inocuidad alimentaria, que apoyen y refuercen la limitada política pública en la materia.
Estas condiciones pueden ser graves especialmente cuando en el mundo se ha generado un recambio normativo por cuenta del bioterrorismo y la globalización. La historia ha demostrado que todo territorio que no trabaje en su armonización regulatoria en materia de soberanía alimentaria, termina siendo atropellado por sectores fuertes de la economía. Hoy observamos esta situación en Colombia con el reciente paro cafetero, las quejas del contrabando de bovinos de dudosa procedencia, la importación masiva de alimentos acabando con sectores sensibles de la economía como el agro y la burbuja minero energética que está acabando con los pocos recursos genéticos y biológicos del país.
Ante este panorama ni la academia, ni la misma sociedad pueden ser ciegas y sordas; la soberanía alimentaria no debe ser considerada como un lujo o botín de guerra para el control social, sino un derecho humano fundamental; es aquí en donde las agremiaciones de profesionales, universidades y sociedad civil organizada tienen la responsabilidad de sacar al debate público las siguientes situaciones:
- El rescate de la memoria alimentaria de las regiones, como componente de la identidad del pueblo que defiende su soberanía.
- La continua denuncia pública de hechos que atenten contra la seguridad alimentaria de la población ver caso de despilfarro de alimentos en Bolívar (periódico el Tiempo, 2011)
- Un debate abierto e incluyente por parte de las universidades, las asociaciones profesionales/estudiantiles sobre el compromiso de los programas profesionales relacionados con las ciencias alimentarias y la búsqueda de soluciones para erradicar el hambre en las regiones. Es hora de pensar en una formación profesional en función del hombre más humano, ético y sensible a los fenómenos y problemáticas sociales, que es capaz de contextualizar su saber técnico, científico y tecnológico a los problemas de región en materia de investigación, uso y aprovechamiento sustentable de los recursos considerados alimentos.
- El fortalecimiento de las políticas públicas en materia de seguridad alimentaria, desde los ámbitos de investigación, el desarrollo científico y tecnológico en función de las necesidades de la población, siendo imperativo el acceso abierto a toda información, conocimientos y mejores prácticas que puedan ser implementados como parte de la construcción de modelos de desarrollo urbanos o rurales sostenibles en materia de producción, acceso y disponibilidad de alimentos. Igualmente generar un rechazo a las políticas que promueven la gestión de patentes de recursos biológicos considerados fuentes de alimento, las cuales atentan de manera directa al desarrollo del sector agrario y pecuario.
- La apropiación social de la ciencia y la tecnología alimentaria como primer mecanismo de educación para mejorar la seguridad alimentaria.
- La continua observación y evaluación de la responsabilidad social de las empresas productoras, transformadoras y comercializadoras de alimentos con la salud pública, los hábitos nutricionales y el desarrollo de soluciones que garanticen la seguridad alimentaria de los consumidores. Desde este aspecto se deben crear los respectivos sellos de calidad pertinentes que permitan calificar el desempeño del empresariado del sector en materia de control de la inocuidad y la promoción de la salud pública. Como ejemplo se puede citar a la ciudad de Nueva York y su sistema de evaluación ciudadana y abierta de la calidad de los restaurantes, la cual puede ser desarrollada desde dispositivos móviles con ayuda de una app para IOS
- La responsabilidad civil y ciudadana para la creación y protección de programas que fomenten el rescate, la recopilación y el desarrollo de mejores prácticas para el uso de los alimentos.
Como profesional de las ciencias alimentarias, tengo el fiel compromiso de aportar con mis conocimientos a la población más necesitada como a las instituciones que de algún modo procuran sostener la poca soberanía alimentaria que tenemos el país. No será grande mi aporte, pero quedaré tranquilo el día que deje de respirar, al ser consciente de que nunca me quedé con los brazos cruzados…
Como aporte a este análisis, comparto uno de mis mapas conceptuales en donde describo la relación de la ciencia y la tecnología alimentaria con los nuevos paradigmas sociales. Acceso al mapa conceptual
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