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miércoles, 3 de diciembre de 2014

Propuesta de marco ético para el ejercicio profesional en la industria de alimentos en Colombia

¿Cómo garantizar la adecuada actuación de un individuo que ejerce una profesión que es crítica para la sociedad?

Son muchos los intentos que se han generado para poder regular la actuación profesional en la industria de alimentos, buscando limitar los riesgos de diversa índole relacionados con la salud pública, la bioseguridad, la seguridad alimentaria y la estabilidad de los sistemas de procesamiento.


Luego de un año de trabajo ponemos a disposición de los profesionales, empresarios, academia y sociedad civil nuestra propuesta de marco ético para el ejercicio profesional en la industria de alimentos. Este material busca entregar directrices, mejores prácticas y una visión sobre la ética, la bioética, así como el compromiso que se debe mantener en los ámbitos de la sostenibilidad y la calidad.



Una visión holística:


De manera tradicional, se han hablado de los códigos deontológicos como la carta de navegación para la medición de la actuación profesional desde los ámbitos de la ética y la ley. Sin embargo son muchos los vacíos que se vienen presentando con la aplicación de los mismos. Por un lado porque no todas las universidades se suscriben a un mismo código de conducta, pues se pone en tela de juicio la autonomía universitaria con respecto a la libertad de cátedra. Por otro lado las mismas instituciones que dicen defender dichos códigos son débiles desde el punto de vista sancionatorio, por lo que las intenciones de regular el actuar de un profesional quedan simplemente en documentos.


Desde Corporación Seiton consideramos que los profesionales del sector de alimentos tenemos una serie de responsabilidades, pero no toda la responsabilidad recae sobre nosotros. Por tal motivo proponemos en vez de un código deontólogico un marco ético, el cual pretende analizar desde la visión de procesos y no de individuos las implicaciones del actuar profesional.



Verdades incómodas:


Para nadie es secreto que la industria de alimentos en Colombia como en gran parte de América Latina padece de flagelos muy graves. Condiciones como la informalidad, el contrabando, la facilidad para la adulteración y faslficación de alimentos, la competencia desleal, la presencia de monopolios ilegales en especial de las bandas criminales en el negocio de la producción y distribución de alimentos en las ciudades capitales, así como el empirismo tecnológico han generado como consecuencia una industria poco productiva, poco competitiva y con menos margen de maniobra para responder a los desafíos globales en materia de abastecimiento y seguridad de alimentos para todos.


También es cierto que la academia llegó tarde en América Latina para hacer frente a estos desafíos. Se estima que el sector agrícola y pecuario tiene un atraso tecnológico de casi medio siglo, y que por muy buenas intenciones de los gobiernos en subsidios y asistencia técnica no lograremos incrementar la productividad para ser la "despensa alimentaria" que muchos gobernantes pregonan en sus discursos. Como consecuencia tenemos actualmente un población campesina empobrecida, con la mayor brecha de desigualdad en la historia de la humanidad y con el riesgo de tener cientos de tierras improductivas que serán muy posiblemente entregadas al mejor postor.


Tampoco podemos esconder la cabeza como el avestruz. Colombia a pesar de grandes avances en materia de vigilancia y control sanitaria, cuenta con uno de los peores sistemas de vigilancia y control epidemiológicos del mundo, en donde las ETAS aparecen si el frágil sistema de salud y las EPS las registran. Sumando también la ineficaz tarea de los órganos de vigilancia y control que el mismo estado ha creado y que resultan ser actores paquidérmicos ante los fenómenos de la falsificación de alimentos, el contrabando y la falta de calidad tanto nutricional como fisicoquímica y biológica de los alimentos que se fabrican y se comercializan en el país.


No es posible pensar en una industria competitiva si las universidades tienen como capricho formar profesionales en serie, que no son competentes para responder a los desafíos que tendrá el país con respecto al libre comercio, la bioseguridad y la competitividad. Con mucha tristeza vemos que la academia sigue con una visión irresponsable de futuro y piensa netamente en negocio, dejando a un lado la investigación pertinente, la proyección social y la responsabilidad social, en especial la que debe ser aplicada a la población más vulnerable.



Responsabiliad compartida, valor compartido


Consideramos entonces construir una propuesta en donde sociedad, academia, empresa y los mismos profesionales tienen unas responsabilidades puntuales, alejando así la epidemia de la negligencia y  el desinterés por una industria que debe generar empleo decente pero que debe responder por la seguridad de cientos de consumidores.

Una vez descargue el documento y lo revise nos interesaría mucho conocer su opinión.

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