Una enfermedad que estaba avisada desde hace mucho tiempo
Que una organización sin ánimo de lucro contrate con el estado no tiene nada de malo; pero que por culpa de esta situación pasen a ser gregarios del estado sin posibilidad de voz y voto al recibir dinero por servicios, es demasiado grave.
Escuché la voz de los expertos de la Federación Antioqueña de ONGs y la explicación a la grave crisis institucional representada en menos representación de estas organizaciones en la sociedad civil (algunos dicen que por la mala fama que les dejó Papá Álvaro Uribe), yo creo que se debe a situaciones reiteradas de una vivencia en zona de confort, a las cuales estaban acostumbradas estas organizaciones, sin la más mínima gestión de mejores prácticas, que les permitieran tener una imagen distinta a la de organizaciones de limosna o de Robin Hoods de causas perdidas.
Más vergonzoso todavía escuchar de la misma sociedad civil presente en el encuentro, mucha en ejercicio de veeduría ciudadana, los atropellos a los cuales han sido sometidos por culpa del vicio de la contratación del estado con las organizaciones no gubernamentales, y que han generado una condición de vulneración en los derechos a una participación democrática en la planeación del territorio, el desarrollo de proyectos y el control de los programas que supuestamente están dirigidos a ellos como beneficiarios directos; sin embargo otra es la realidad:
- Primero son programas que no atacan problemáticas raíces, muchas veces son planeados sin la participación integral de las comunidades y especialmente son ejecutados para el beneficio de la entidad descentralizada y sus operadores (muchos para pagar favores políticos, caso puntual el famoso programa de presupuesto participativo).
- Los proyectos no se piensan para generar un progreso de los territorios, son pensados para la conveniencia de las instituciones públicas y sus gregarios, siendo un círculo vicioso, en el cual las organizaciones no gubernamentales han caído, siendo el chivo expiatorio de la corrupción, repercutiendo negativamente en su imagen pública.
- Muchos procesos que se adelantan con comunidad resultan ser incompletos, desarrollados al azar de los funcionarios de turno, que de vez en cuando se acuerdan de hacer una "obrita de caridad", o realizados a última hora porque se debe ejecutar el presupuesto antes de iniciar una nueva vigencia fiscal. Así no se puede construir una agenda de país en materia de competitividad y equidad social.
¿Qué pueden hacer entonces las organizaciones de la sociedad civil, las instituciones sin ánimo de lucro, las fundaciones y las organizaciones sin ánimo de lucro?
- Estar articuladas con el pensamiento real de las regiones, sus cambios tecnológicos y sociales. Tal fue mi sorpresa, que en el encuentro lancé una pregunta relacionada con los planes y programas que tenían en materia de apropiación tecnológica para las ONGs; la respuesta: "no lo tenemos en la agenda". No es posible gerenciar la sociedad con planteamientos mediocres y rayados en la fantasía como "el estado debe proveer las condiciones", o "con rifas y bonos nos vamos financiando". De pronto estas condiciones funcionaron hace 40 años en donde las organizaciones nacían en pos del altruismo y la verdadera carencia de necesidades básicas. Hoy, en la revolución tecnológica, es obligación de estas organizaciones pensar diferente porque no solo las necesidades son distintas, también lo son los mecanismos de demanda social los cuales son mucho menos masivos que antes.
- Pensar en una verdadera política pública de fortalecimiento de estas instituciones, en donde queden claros cuáles son las responsabilidades y derechos, los requisitos de constitución (muchas de estas organizaciones nacen con el fin de evadir impuestos, otras por aprovechar una oportunidad de negocio). Se debe enfatizar especialmente en la relación que tienen con el estado (no es posible que mientras se quiera ejercer control político del estado, estas organizaciones convivan amangualadas recibiendo dinero y haciendo lo que el estado debe hacer por obligación).
- La rendición de cuentas de estas instituciones es insuficiente, especialmente si no existe un marco ético de actuación de las mismas, en donde el ciudadano como usuario sea el centro de su acción y su principal juez. No es posible medir el resultado social con cifras e indicadores amañados para quedar bien como operadores del estado.
Considero que la crisis de este tipo de organizaciones, son una oportunidad para el emprendimiento social, el cual si cumpliría las características esenciales para ser el aliado estratégico del estado:
- Es imparcial porque su interés es generar soluciones a la demanda social, generadas por la inasistencia del estado e incluso de las mismas ONGs en función de sus recursos limitados.
- No realiza una fiscalización de la política pública (yo diría mejor que aprovechan esta coyuntura), como sí lo hacen las ONGs. Su función es diseñar y desarrollar soluciones a carencias que muchas veces la misma política no puede solucionar, porque son necesidades a escala humana
- Centrado en la innovación social, siendo una gran ganancia para el estado, porque este tipo de innovación puede generar riqueza y empoderamiento abierto de la ciudadanía para generar sus propias soluciones, con apoyo de personas creativas y la institucionalidad misma.
¿Se acabarán las ONGs?
No creo, pero si las veré en muchos aprietos para su actuación en el país, gracias a la problemática que ellas mismas han ayudado a crear.
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