¿Hasta qué punto los alimentos pueden ser medicamentos?
Por el afán de estar a la vanguardia en la industria de alimentos en aplicaciones en la nanotecnología, la biotecnología, la síntesis de metabolitos, y la nutrigenómica, cientos de empresa de esta actividad, en especial laboratorios farmacéuticos, han intentado bombardear al consumidor con una serie de productos que prometen ser la fuente eterna de la juventud e incluso afirmar, que son la cura a enfermedades como la obesidad, el cáncer entre otras.
No estoy en contra del desarrollo tecnológico; considero que es importante apropiar la ciencia y tecnología para la industria de alimentos. Lo que si considero delicado son las faltas cometidas en materia de la bioética en los negocios y que se refleja en la intención mezquina de generar promesas de ventas falsas al consumidor sin importar su calidad de vida y dignidad.
Estos casos no son aislados. Hace ya algunos meses las famosas prótesis mamarias PIP de una multinacional italiana, entraron a Colombia sin ningún tipo de control sanitario, afectaron la calidad de vida de cientos de mujeres que confiaron en una promesa de venta firmada en un cheque en blanco. Hoy nadie responde luego del daño físico, moral y psicológico sobre estas mujeres afectadas por prótesis en mal estado y que no cumplían con los estándares de inocuidad. Cabe preguntarnos entonces si la industria está tomando en serio los asuntos de la ética empresarial o si es un simple papel escrito en un manual de gobierno corporativo que se pierde en el baúl de los recuerdos. Esto es un asunto que le compete a las empresas, a las entidades de vigilancia y control sanitario como también a los consumidores.
Con preocupación noto el comportamiento de muchas organizaciones que quieren seguir obviando el método científico para validar los beneficios de sus productos y servicios; en especial los productos que consideramos nutracéuticos (aquellos que ofrecen fuera de las características propias de nutrir, ofrecen propiedades extras que pueden contribuir al buen funcionamiento del organismo gracias a su composición química sea propia o modificada).
El INVIMA se rechaza anualmente cerca de la tercera parte de las solicitudes declaración de propiedades de salud en alimentos; la responsabilidad recae sobre la sala especializada de alimentos y medicamentos, comité técnico científico encargado de definir si un producto farmacéutico o alimentario cumple con los requisitos para declarar propiedades de salud en el mercado. Esto indica el grado de informalidad en la forma como se adelantan las labores de diseño y desarrollo de producto en las empresas. El desconocimiento de la normatividad sanitaria en materia de declaración de publicidad, rotulado y etiquetado nutricional es el gran cuello de botella; sin contar con las falencias en materia de operaciones de fabricación y que se reflejan en el bajo nivel de cumplimiento en sistemas como el HACCP. En resumen, la industria de alimentos en Colombia, es una bomba de tiempo que si no es atajada en el momento preciso, puede generar consecuencias graves en la salud pública e incluso, puede cerrar puertas en los mercados internacionales, al no cumplir con el principio de armonización normativa.
¿Qué hacer entonces para mejorar en estos ámbitos?
Como lo dije en mi post anterior sobre las implicaciones de la nueva normatividad de la FDA para exportar alimentos a Estados Unidos, el INVIMA no está preparado para afrontar el desafío y requiere de manera urgente, hechar mano de una articulación multisectorial fuerte para una verdadera apropiación de la ciencia y la tecnología en función de la salud pública.
El empresariado busca profesionales idóneos capaces de entender los cambios normativos y tecnológicos; sin embargo debe adaptar sus procesos para insertar nuevos desarrollos en ciencia y tecnología, para el diseño y desarrollo de nuevos productos. No es posible seguir con una industria alimentaria del siglo XIX, que malgasta recursos y es poco ecoeficiente, tratando de sostener a la fuerza modelos que riñen con la economía del conocimiento.
Se deben seguir promoviendo las redes de expertos, en especial los que se dedican a los ámbitos de la inocuidad y la bioseguridad. Serán de una gran ayuda en el momento en el que la industria requiera de conocimiento de alto valor, para dar respuesta a un entorno cambiante en materia tecnológica y sanitaria.
Hoy el consumidor es prosumidor y lo convencen los hechos. Antes se podía engañar a los clientes con cualquier artimaña, hoy una gran pifia publicitaria y con artista famosa a bordo, genera una sanción millonaria e histórica sin contar con la pérdida de reputación de una marca.
Me pregunto entonces, si el empresariado quiere seguir con su informalidad sin medir las consecuencias...
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